lunes, 4 de enero de 2016

La Ciudad de la Navidad

Había llegado la Navidad a la antigua Áttika. El ambiente era festivo y las calles del antiguo barrio de Plaka, con sus estrechas callejuelas,  se llenaban de visitantes y de gente de la ciudad. Celebraban Xristougenna y compraban regalos y los ingredientes para hacer el famoso pastel llamado Vasiliopita. Como en otros paises, escondían una moneda en su masa, como símbolo de buena suerte para quien la encontrase.
La ciudad estaba radiante y en su plaza central, frente al Parlamento, lucían un inmenso árbol de Navidad y un barco iluminado. Attika siempre había sido una ciudad de navegantes, desde su más remota historia.
El clima era bueno y nuestros amigos se reunieron junto a las viejas piedras del templo para contemplar la preciosa Luna de frío , que solo ocurría cada muchos años.

Aquella impactante luna llena en Nochebuena inspiró a SHATZY, la contadora de cuentos.
"Queridos amigos, tengo varias historias navideñas que contaros. Seguro que os encantarán. Son historias del NIVEL MEDIO, del que todos procedemos. Sentaros cómodamente y escuchad". Todos ellos se sentaron a su alrededor con curiosidad.

"La historia que os voy a contar, ocurrió en una ciudad, justo al norte de la Gran Cordillera Nevada.
La ciudad se llama Weihnachtsstadt y es famosa por la forma tan entusiasta de celebrar las fiestas navideñas.
Eran los días previos a Navidad.
La ciudad  se había llenado de mercadillos repletos de todo tipo de coloristas objetos navideños, juguetes, adornos para decorar la casa y el árbol de Navidad, figuras para el belén.

Los aromas a canela y clavo y a vino de especias invadían el ambiente.
Las casas y los antiguos edificios de la ciudad estaban iluminados y engalanados con luces parpadeantes que añadían encanto al ambiente de la ciudad. Frente al antiguo ayuntamiento, la columna imponente y un enorme árbol de Navidad presidiendo la plaza.
Las tiendas desbordaban de alimentos de todo tipo. Los paseantes y sobre todo, los niños, quedaban maravillados ante los escaparates, viendo aquel  tren cargado de juguetes, ositos de peluche y paquetes de regalo que soñaban serían para ellos cuando llegase el viejo Claus .
Los árboles de las plazas principales estaban decorados con estrellas azules y un enorme Santa Claus con su trineo y sus renos parecía por fin haberse posado sobre unos de los tejados.


La gente paseaba, hablaba, reía, compraba regalos y, se frotaba las manos y bebía vino caliente para calentarse.
De pronto, en el reloj de carrillón de la torre del ayuntamiento, dieron las nueve. Las figuras de metal  del antiguo reloj vestidas con trajes típicos comenzaron a dar girar al son de las campanadas.
Un coro de voces infantiles comenzó a cantar a la Navidad y al nacimiento del niño Jesús. Sus voces inundaron la noche y añadieron un toque cálido a la gélida noche de Diciembre.
La gente los escuchaba arrebujada en sus abrigos. Miraban al cielo esperando un milagro. Los humanos estaban maltratando tanto su planeta que la tierra se estaba sobre calentando y hasta los polos se estaban derritiendo. El clima estaba cambiando y   hacía ya varios años que no nevaba en la ciudad. Sus habitantes no concebían la Navidad sin nieve. Pero aquella noche...había algo especial en el ambiente.
Había anochecido y hacía frío, un frió intenso  que calaba hasta los huesos. Parecía que algo iba a ocurrir...
Ya eran casi las diez. La gente había terminado con sus compras. La algarabía había cesado y la calle se había quedado desierta...aunque no del todo.
Era aquella preciosa gata gris, que ya no tenía casa. Su anciana ama había ido a vivir con sus hijos y estos tenían un bebé y no querían tener un gato.  No estaba acostumbrada a la calle ni a buscarse alimento. Con aquel frío, difícilmente sobreviviría aquel invierno. Tiritando de frío se acurrucaba contra los portales en espera de que alguien se fijase en ella y en sus ojos intensamente verdes. De pronto, vio un lugar calentito  en el que acurrucarse. Cerca del viejo ayuntamiento habían instalado un enorme antiguo belén.


Se acurrucó sobre el tejadito paja . Allí se quedó dormida. De pronto, notó un tacto cálido y el sonido de una voz amable que  decía "¡Mira, pero si es una gata rusa preciosa!. ¿Que hará aquí sola? . Con este frío seguro que morirá congelada. Ven con nosotros preciosa, ya nunca volverás a pasar frío".
La casualidad hizo que pasasen por allí  unos extranjeros que se habían retrasado y paseaban por las calles desiertas. Se pararon, la acariciaron y ya no pudieron dejarla allí. Miraron por todas partes por si alguien pudiera haberla perdido pero nadie parecía reclamarla. La envolvieron en una cálida bufanda y  la llevaron con ellos a su hotel.

Sonaron las diez campanadas del reloj del ayuntamiento...tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan.... y de pronto, en la ciudad silenciosa, comenzó a nevar.
Lara, que así la llamaron, dormía enroscada sobre la cálida moqueta, en la abrigada habitación.
La mañana siguiente, un manto blanco cubría toda la ciudad.


Ni un solo animal quedaba sin protección y la ciudad por fin  estaba feliz  y obsequió a sus habitantes con el tan deseado regalo de la nieve".