lunes, 5 de noviembre de 2007

Samhain, la noche entre la vida y la muerte
































Samhain, la noche de las noches. Es la noche de los seres que, como nosotros, han sobrepasado el umbral y han llegado a este mundo en el que ahora nos encontramos. Es la noche en que el velo entre la vida y la muerte es muy ténue y en algunos puntos se rasga y entonces los vivos pueden percibirnos con tanta realidad, como si estuviesemos con ellos. Ellos lo intuyen y tratan de atraernos hacia ellos, encendiendo velas, para que sepamos que nos recuerdan.

También es la noche en que los canales que comunican los nueve mundos, son especialmente permeables. Es pòr eso que seres malignos o perversos pueden pasar de un mundo a otro. Los humanos los conocen cómo brujas, íncubos y almas en pena. Les temen y tratan de engañarlos disfrazándose como ellos. Nosotros les llamamos los errantes y tratamos de esquivarlos, ya que no son buena compañía.



Aquella noche nos reunimos por última vez con nuestros amigos del bosque. La luna estaba menguando, por lo que la noche era oscura. Solo nos alumbraban los destellos de nuestros Seres Luz. Era una noche extraña en verdad. Parecía que había electricidad en el aire. A veces, seres invisibles parecían rozarnos, produciéndonos sensaciones diferentes. Algunos nos acariciaban, como un viento cálido en la fria noche de otoño. Otros nos estremecían.

Hablamos y hablamos hasta bien entrada la noche, pero aún así, se nos quedaron tantas cosas por decir. Por un lado hubiéramos querido quedarnos con ellos, por otro, sabíamos que debíamos continuar nuestro viaje.


A la mañana siguiente, ellos aún dormían cuando emprendimos nuestro viaje. El bosque estaba en silencio. Solo las aves que anuncian el amanecer. Nuestras patitas resbalaban sobre las hojas cubiertas de escarcha. Todavía el sueño entornaba nuestros ojos y nuestros músculos estaban algo entumecidos por el relente.

Atrás quedaron nuestros queridos amigos del bosque. Sus voces y sus amables consejos todavía resuenan en nuestros oidos. Sus regalos todavía nos acompañan y algunos como, la brújula que brilla en la oscuridad o el saco de los deseos, nos serán útiles en nuestro viaje. De alguna forma continuarán con nosotros hasta que nos volvamos a encontrar.


En nuestro camino a través del bosque, hemos visto criaturas y plantas de todo tipo. Airam es una enamorada de las plantas. A cada paso, se queda extasiada cuando descubre alguna flor desconocida para ella. Siempre nos cuenta que tenía un precioso jardín, lleno de árboles altísimos, en el que había figuras de piedra y una casa llena de libros y hasta un piano.


"¿Que es un piano?", preguntamos a coro.

"Un piano, para que lo entendaís, es una caja de madera de la que se puede sacar música con las manos", dijo Airam

" ¿Y que es música?", preguntó Tatiana.

" Como os lo explicaría...... es, como si combinando muchos sonidos, se construyera algo que se pudiese cantar".

"¿Podría hacerse música con nuestros maullidos?", preguntó Gatsby.

"Pues claro, de hecho, hay unos gatos muy famosos que cantan canciones de Navidad. Creo que se llaman los JINGLECATS".

"¿Podemos intentarlo nosotros?", preguntó Tusha.


Tan animados íbamos en nuestra conversación, que no reparamos en que habíamos llegado a un cruce de caminos. Allí, sentado en actitud espctante, había un esbelto gato negro que no dudó en dirigirse a nosotros.


"Espero que perdoneís mi interrupción. Acabo de llegar y estoy buscando el bosque de Hundertaugen. Me han dicho que debo dirigirme allí si quiero encontrar a mis viejos compañeros".

De pronto, Tatiana avanzó hacia el como si lo conociera " Tu eres, te pareces tanto a mi amigo...Pinocho"

"Claro, yo soy Pinocho y tu eres...¿Tatiana?, ¿pero que haces tu aqui?"

Tatiana y Pinocho se olfatearon largamente y cuando se hubieron reconocido se dieron muchas topadas cariñosas. Tatiana quiso saber noticias de su familia, de su pequeño Elvis. !Pinocho parecía tan feliz y lleno de vida!


Después de contar uno y otro cómo habían llegado hasta aquí, nos sentamos un rato con el sobre un muro, para explicarle como llegar hasta el lugar en que habitaban nuestros amigos del bosque, con los que el deseaba reunirse. El camino no era largo ni peligroso, así que si apresuraba el paso, podría llegar sin problemas antes de qu el sol empezase a declinar. Después, el bosque se llenaba de sombras y podía desorientar a un gato recién llegado como el. Así pues, deseándonos suerte mutuamente, dirigimos nuestros pasos en direcciones opuestas.