miércoles, 2 de enero de 2008

La historia de Porccellino









Seguimos caminando por las desiertas calles de aquella antigua ciudad. La humedad nos calaba hasta los huesos. El cielo se había cubierto de una uniforme masa de nubes grises.
Flanqueando las calles se veían estátuas que parecían observarnos. Era como si el tiempo se hubiese detenido de pronto.
"¿Que representan éstas estátuas"?, preguntó Gina, "parecen dormidas en un sueño espectral".
"Estas estátuas son los antiguos habitantes de la ciudad", contestó Juditha. "Como ya os contábamos, solían utilizar pieles de animales, sobre todo de jabalíes, e incluso comerciar con ellas. Llegó un momento que ya no quedaba en toda la comarca más que un pequeño jabalí. Temiendo por él, los gatos guardianes de la niebla lo escondimos en nuestro jardín. Era nuestro protegido y nada debía ocurrirle, pero una fría noche de Noviembre, una violenta ráfaga de viento abrió de golpe el portón de nuestro jardín. Porccellino, que así era como le llamábamos, salió trotando alegremente. Sin que pudieramos evitarlo, recorrió el foso, luego la plaza que da entrada al palacio y a continuación tomó dirección hacia el viejo puente de la ciudad. Corrimos detrás de el, pero no logramos evitar que los ciudadanos reparasen en el. Antes de que nos diésemos cuenta había llegado al viejo mercado. Los habitantes le perseguían gritando, armados de palos y ballestas. Llegó un momento en que Porccellino estaba rodeado por todas partes. El pobre jabato estaba aterrorizado. Sólo un pequeño niño delgado y cubierto de harapos hizo frente a la multitud, abrazándose al animal para defenderlo. La multitud avanzó y se abalanzó sobre ellos. Una lanza hirió el costado de Porccellino. Por su mejilla cayó una lágrima y después otra..
Ante la imposibilidad de detener a la multitud enfervecida, la gata guardiana de la niebla alzó enfadada su cola nebulosa, de un lado a otro. Aquella acción tan cruel debía ser castigada. Una densa niebla se cernió sobre la ciudad. Un frio de muerte adormeció los cuerpos de los ciudadanos. Sus miembros quedaron paralizados, convertidos en estátuas. También Porccellino y su pequeño amigo quedaron inertes. Una de las lágrimas de Porccellino cayò al suelo y en contacto con la fria niebla, se convirtió en cristal. Entre las patas del animal apareció una pequeña urna urna para recolectar ayuda para los niños pobres. Sólo en las frias noches de Navidad, la vida volvería a bullir en la ciudad. Sus habitantes revivirían temporalmente y las tiendas y mercados se llenarían de nuevo de gente, riendo, comprando y vendiendo. Si alguien fuese entonces capaz de curar la herida del costado del pequeño jabalí, o los habitantes de la ciudad pudiesen llegar a sentir pena por un necesitado, Porccellino reviviría y con el, la ciudad y sus habitantes volverían a la vida.
Si los habitantes habían aprendido la lección, la vida volvería a ellos para siempre y la ciudad brillaría como nunca antes lo hiciera".
"Caramba, que son éstas pequeñas cosas blancas que caen desde las nubes?", dijo Óscar con su voz peculiar.
"Se llama nieve", dijo Azzurra, "nos acercamos a la Navidad y a la época más fria del año. Mejor será que nos pongamos a cubierto". "La Navidad es una época llena de sorpresas, en la que todo puede ocurrir".