martes, 5 de junio de 2007

Como juguetes rotos

















La noche había sido agitada. Habíamos establecido turnos de vigilancia, por lo que pudiera pasar. La tormenta sonaba muy cerca. Brooomm, brooomm y entonces todo se iluminaba de pronto de arriba a bajo. Era como si se hiciese de dia en un segundo. Una vez y otra, y otra... hasta que por fin aquellos ruidos tan atronadores se fueron distanciando. Cada vez sonaban más lejos. En algún momento debimos quedarnos dormidos.



Nos despertó una mañana fresca. Caían gotas de agua de todas las plantas y había un olor muy agradable, como si el mundo estuviese limpio y renovado.


Con las primeras luces nos pusimos de nuevo en marcha. Me resultaba extraño andar sobre las hojas mojadas, ya que hasta que llegué aquí, la lluvia para mi era algo que ocurría al otro lado del cristal. ¡No tenía ni idea que fuera tan mojada!.
Gina parecía eufórica. Había pasado la noche contemplando la tormenta. Decía que le gustaba ver los rayos. ¿Que raro, no?. Normalmente a los gatos nos suelen asustar los sonidos extraños, al menos a los que siempre han vivido en una casa, como yo. A Gina y Dandy se les nota que vivieron durante un tiempo al aire libre. Quizás es por eso que son más decididos y más dados a la aventura. Me pregunto que será más gratificante para un gato, si una vida casera como la que yo tuve, o una vida en libertad. ¿Será la libertad un bién tan precioso para nosotros como lo es para los humanos?. Iba filosofando sobre este tema, cuando Dandy se colocó a mi lado. Era el momento de preguntarle.
"Díme amigo, tu que has vivido como gato libre y como gato doméstico, en cual de las dos formas te sentiste más feliz?".
"Bueno, yo fuí muy feliz con nuestros humanos. Para un gato libre, ser adoptado y vivir en una casa abrigada es un privilegio. La vida libre es más intensa, pero suele ser mucho más corta. Yo tuve la suerte de conocer ambas facetas, como ya te conté. El Jardín Botánico es un lugar precioso y nos cuidaban con mucho cariño, pero la vida allí no siempre era fácil. Éramos muchos, y no siempre congeniábamos unos con otros. A veces había peleas, sobre todo entre los machos y, en determinadas épocas del año, había mucho jaleo aunque nunca se llegaba a las patas. También había que pelear por la comida. Para los que habíamos nacido allí, como Gina y yo, todo ésto constituía un hábito, pero era mucho más difícil para aquellos pobres compañeros que eran abandonados allí por sus familias humanas. Cuesta imaginarlo, ya que yo siempre tuve buenas experiencias con los humanos. Cuentan que a veces los humanos adoptan a uno de nuestras crías para divertir a un niño humano. Esto suele ocurrir en esa época que llaman Navidad. Pasan los meses y empieza a hacer calor. Cuando el cachorro crece y empieza a hacer su aprendizaje normal para ser gato (trepar, saltar, dejar marcas con uñas o marcar territorio), su familia humana decide prescindir de el. Durante ese tiempo, el gatito se ha acostumbrado a recibir comida diariamente, sin tener que pedirla, y está acostumbrado a las comodidades de una casa. Cuando llegan al jardín, aquél es un mundo demasiado grande para un gato de salón. No saben buscar la comida ni protegerse de la lluvia ni el frío. Además, es sabido que entre los gatos hay algunos muy dominantes, que pegan y persiguen a los recién llegados. Muchos de ellos acaban en la calle, heridos o mueren por causa de uno de esos artefactos con ruedas. Son como juguetes rotos. La vida de los gatos en la calle es solitaria y breve. Muchas veces me he preguntado si, los que abandonan un animal, se preguntan alguna vez qué habrá sido de el".
"Vaya, nunca hubiera imaginado que los humanos pudieran ser tan crueles".
"Bueno, hay de todo, pero se les acusa como especie de estar causando la destrucción de su mundo e incluso, de haber llevado a la extinción a muchas especies animales".

"Entonces, ¿su mundo está en peligro?".

"Más de lo que imaginas, pero ya hablaremos de todo eso en otro momento". "Empieza a hacer demasiado calor. Paremos a descansar y a reponer energías".
Gina, que se había adelantado, se volvió hacia nosotros "Un poco más adelante hay un rio de aguas refrescantes. ¿Que os parece si paramos allí?.