jueves, 19 de abril de 2007

La buena vida
































































































Hoy voy a contaros sobre las cosas que me gustaban en mi vida anterior.


Bueno, pues una cosa que me encantaba era hacer el loco y perseguir a mi cola sobre la cama.


También lo pasaba en grande jugando al escondite con Gina, pero ella siempre acababa enfadándose.



El rascador era muy divertido, sobre todo, si conseguía que Tusha y Schatzy jugaran conmigo.


Otra de mis aficiones era el yogurt. Hasta el dia antes de ponerme tan enfermo, estuve pidiendo yogurt a mis humanos. A veces, casi les metía la pata en el vasito y Ama se enfadaba. Me decía que tenía que ser un gato educado y esperar mi turno. Amo era más consentidor. Siempre le sacábamos alguna golosina.



Me gustaba el pelo de Ama y dormir sobre sus zapatos.

Recuerdo que había un aparatito verde, que a veces hacía un ruido y entonces, lo cogían, se lo ponían en la oreja y hablaban solos. Bueno, pues tenía una especie de antenita que me volvía loco. Podía perseguirla durante horas.


También me gustaba mirar por la ventana y ver las tórtolas, mientras tomaba el sol.

No olvidaré mis horas con mis amigos en nuestro saloncito felino, junto al calor.




También echaré de menos a Leonardo, mi león de peluche. de pequeño, lo cogía por la cola y lo llevaba de aquí para allá. No os he contado que me encantaba dormir entre los peluches?.



También me gustaba una época especial del año en la que nuestros humanos estaban especialmente felices. Ponían un árbol con muchas luces y bolas de colores y sienpre nos regalaban cosas nuevas. A veces eran juguetes o golosinas diferentes, o incluso muebles para nosotros. Lo llamaban Navidad.



La verdad es que todo me gustaba excepto cuendo me peinaban o me daban medicamentos. Visitar al veterinario me estresaba muchísimo. Recuerdo que una vez que estuve enfermo y Ama me daba todos los dias unas hierbas amargas con un tubito, pero luego me encontré mejor.

Si mis humanos alguna vez leen esto, me gustaría que supieran que tuve una buena vida, llena de cariño y de cosas que me hicieron feliz. A veces era feliz, simplemente por estar juntos, sentado con ellos en el sofá, amasando con mis patitas peludas, o durmiendo entre ellos en la gran cama. Ellos siempre serán mi familia y siempre nos querremos, aunque de momento no podamos vernos ni tocarnos. El cariño está ahí y su cálida llama se mantendrá viva hasta que volvamos a vernos. PRRRRRRR, PRRRRRRRRR, PRRRRRRR; PRRRRRRRRRR.

¡Vaya, me estoy poniendo sentimental!
















domingo, 15 de abril de 2007

La invasión de los enanitos




















Nunca supe que había sido de mi amigo Pushkin, hasta que llegué aquí, claro. Lo echaba mucho de menos. Supongo que mis humanos también, porque poco después, un día al volver de su ritual visita al Jardín Botánico, volvieron con un pequeño gato gris, que en algo le recordaba. Oí comentar que era hermano de Pushkin, de una camada posterior de Mamá Pushkin, y que le habían cogido con una sardina. Era un gatito patilargo y orejudo, pero muy bién acompañado, pues llevaba encima por lo menos 60 pulgas. ¡Que horror!. Una vez saneado, intenté acercarme a el, para ver si era amigable y me bufó con una energía impropia de semejante microbio. Corría y saltaba como loco y se subía a todas partes. En el fondo, me parecía divertido. Mis humanos le llamaron TUSHA (algo así como "nube gris" en algún idioma que desconozco). Cuando más me divertía era cuando intentaba provocar a Gina y quitarle el sitio en el sofá. Ella, tan estirada, no renunciaba fácilmente a su puesto de privilegio y nunca se llevaron demasiado bien. Con el paso de los años, Tusha siguío siendo un gato muy ágil y estilizado. Parecía que siempre iba vestido de frac. Era capaz de dar unos saltos increíbles.

Cuando aún no me había acostumbrado al nuevo habitante, apareció otra gatita tan minúscula y patilarga como Tusha. Eran los dos de la misma edad, así que siempre fueron "los inseparables". Ella era tricolor y con un aspecto frágil y desvalido. Mis humanos la llamaron SCHATZY ( quiere decir "tesorito" en alemán) y con el tiempo cambió y se convirtió en una verdadera belleza de ojos pintados y cara de madonna italiana. Era y, supongo que seguirá siendo, la gata más mimosa y parlanchina que haya conocido nunca. Yo tenía por entonces un año y medio y disfrutaba mucho jugando con ellos.

De vez en cuando, venía de visita una gatita casi completamente blanca, muy traviesa, que era hermana de Schatzy. Vivía con los padres de mi humana y se llamaba EVA. Con el paso del tiempo vino definitñivamente a vivir con nosotros, pero enfermó y no se quedó mucho tiempo.

Pasaron varios años felices y, cuando todo parecía tranquilo, un día trajo nuestra humana un gatito naranja y blanco, tan pequeño, que hasta tenía los ojos cerrados. Tuvieron que alimentarle con biberón. Gruñía cuando no le daban la comida tan rápido como el deseaba. Era muy nervioso y no daba la imágen de "gatito adorable" que muchos esperan cuando piensan en adoptar a uno de nosotros, así que finalmente se quedó. Como era muy activo y luchador, le pusieron nombre de guerrero y le llama OBI-ONE. Nunca llegó a sentar la cabeza y su afán de juego constante resultaba a veces irritante para los demás gatos que ya éramos más tranquilos. Tal vez con el tiempo consiga tranquilizarse y pueda entonces disfrutar de los privilegios que los demás teníamos, como dormir en la gran cama, descansar junto al calor en el salón con la caja que habla y otras muchas cosas.