miércoles, 2 de marzo de 2016

Ángeles con bigotes

Las Navidades ya no volverían a ser lo mismo para aquella familia.
Al morir su esposa, J.  cayó en una profunda depresión y enfermó. El quería morir pero sus hijos estaban dispuestos a intentarlo todo , aunque el los ignoraba. No era la compañía que el quería a su lado. Solo quería estar con aquella que se había ido.
Superada la fase de Cuidados Intensivos, fue subido a una habitación del hospital. Estaba de espaldas al mundo y no quería hablar con nadie.   A pesar de su tristeza y su negación a la vida, su hija y su yerno se turnaban para estar con el en todo momento.
El ambiente en si era tan deprimente que  parecía que ese año la Navidad brillaría por su ausencia pero....
Una tarde, sin saber de donde,  aparecieron dos pequeños gatitos atigrados en el jardín del hospital. Cuando la hija de J. los vió, supo que eran un regalo...eran sus ángeles, enviados por alguien de allá arriba que la quería mucho. Ella sabía perfectamente  quien los enviaba.

Eran muy parecidos físicamente, pero su carácter era distinto. Los llamó FÍGARO , el mas confiado y travieso y FIDELIO, el más tímido y fiel. Cada día bajaba tres veces a buscarles y ellos siempre salían felices a su encuentro, corriendo y jugando. Se sentaba sobre el césped y compartía con ellos su desayuno, comida y cena. Pasaba grandes ratos al sol, leyendo y  jugando con ellos, apoyada en el viejo árbol, mientras su padre dormía..

Gracias a aquellos dos pequeños aquel mes en el hospital tuvo su lado amable. Esa era su misión...
Después de todo, aquel año también hubo Navidad, aunque fuesen diferentes.
En el hospital no faltaron ni el árbol, ni el belén.



 Ni siquiera los villancicos. Un día un coro fue a cantar villacincos.

Pasado un mes y después de pasar por una operación, J. fue dado de alta.
La hija estaba contenta y triste a la vez. Aunque sabía que de las cocinas del hospital se ocuparían de alimentarles,  ¿que iba a ser de sus ángeles con bigotes?.
No quería dejarles desamparados , donde tanto habían hecho por ella. Prometió volver cada domingo a verles. Cada domingo los llamaba y salían corriendo a su encuentro pero al cabo de un mes, no pudo encontrarles.
El personal de las cocinas le contaron que una familia les había adoptado. Nunca volvería a verles pero jamás olvidaría sus caras y su alegría y todo el cariño y amistad que le habían dado cuando más los necesitaba. Solo esperaba que fuesen muy felices con su nueva familia
Habían cumplido su misión. Su premio era ahora, tener una familia para ellos solos y ser felices mientras viviesen.



Hasta siempre FÍGARO y FIDELIO y RUBY.    

lunes, 4 de enero de 2016

La Ciudad de la Navidad

Había llegado la Navidad a la antigua Áttika. El ambiente era festivo y las calles del antiguo barrio de Plaka, con sus estrechas callejuelas,  se llenaban de visitantes y de gente de la ciudad. Celebraban Xristougenna y compraban regalos y los ingredientes para hacer el famoso pastel llamado Vasiliopita. Como en otros paises, escondían una moneda en su masa, como símbolo de buena suerte para quien la encontrase.
La ciudad estaba radiante y en su plaza central, frente al Parlamento, lucían un inmenso árbol de Navidad y un barco iluminado. Attika siempre había sido una ciudad de navegantes, desde su más remota historia.
El clima era bueno y nuestros amigos se reunieron junto a las viejas piedras del templo para contemplar la preciosa Luna de frío , que solo ocurría cada muchos años.

Aquella impactante luna llena en Nochebuena inspiró a SHATZY, la contadora de cuentos.
"Queridos amigos, tengo varias historias navideñas que contaros. Seguro que os encantarán. Son historias del NIVEL MEDIO, del que todos procedemos. Sentaros cómodamente y escuchad". Todos ellos se sentaron a su alrededor con curiosidad.

"La historia que os voy a contar, ocurrió en una ciudad, justo al norte de la Gran Cordillera Nevada.
La ciudad se llama Weihnachtsstadt y es famosa por la forma tan entusiasta de celebrar las fiestas navideñas.
Eran los días previos a Navidad.
La ciudad  se había llenado de mercadillos repletos de todo tipo de coloristas objetos navideños, juguetes, adornos para decorar la casa y el árbol de Navidad, figuras para el belén.

Los aromas a canela y clavo y a vino de especias invadían el ambiente.
Las casas y los antiguos edificios de la ciudad estaban iluminados y engalanados con luces parpadeantes que añadían encanto al ambiente de la ciudad. Frente al antiguo ayuntamiento, la columna imponente y un enorme árbol de Navidad presidiendo la plaza.
Las tiendas desbordaban de alimentos de todo tipo. Los paseantes y sobre todo, los niños, quedaban maravillados ante los escaparates, viendo aquel  tren cargado de juguetes, ositos de peluche y paquetes de regalo que soñaban serían para ellos cuando llegase el viejo Claus .
Los árboles de las plazas principales estaban decorados con estrellas azules y un enorme Santa Claus con su trineo y sus renos parecía por fin haberse posado sobre unos de los tejados.


La gente paseaba, hablaba, reía, compraba regalos y, se frotaba las manos y bebía vino caliente para calentarse.
De pronto, en el reloj de carrillón de la torre del ayuntamiento, dieron las nueve. Las figuras de metal  del antiguo reloj vestidas con trajes típicos comenzaron a dar girar al son de las campanadas.
Un coro de voces infantiles comenzó a cantar a la Navidad y al nacimiento del niño Jesús. Sus voces inundaron la noche y añadieron un toque cálido a la gélida noche de Diciembre.
La gente los escuchaba arrebujada en sus abrigos. Miraban al cielo esperando un milagro. Los humanos estaban maltratando tanto su planeta que la tierra se estaba sobre calentando y hasta los polos se estaban derritiendo. El clima estaba cambiando y   hacía ya varios años que no nevaba en la ciudad. Sus habitantes no concebían la Navidad sin nieve. Pero aquella noche...había algo especial en el ambiente.
Había anochecido y hacía frío, un frió intenso  que calaba hasta los huesos. Parecía que algo iba a ocurrir...
Ya eran casi las diez. La gente había terminado con sus compras. La algarabía había cesado y la calle se había quedado desierta...aunque no del todo.
Era aquella preciosa gata gris, que ya no tenía casa. Su anciana ama había ido a vivir con sus hijos y estos tenían un bebé y no querían tener un gato.  No estaba acostumbrada a la calle ni a buscarse alimento. Con aquel frío, difícilmente sobreviviría aquel invierno. Tiritando de frío se acurrucaba contra los portales en espera de que alguien se fijase en ella y en sus ojos intensamente verdes. De pronto, vio un lugar calentito  en el que acurrucarse. Cerca del viejo ayuntamiento habían instalado un enorme antiguo belén.


Se acurrucó sobre el tejadito paja . Allí se quedó dormida. De pronto, notó un tacto cálido y el sonido de una voz amable que  decía "¡Mira, pero si es una gata rusa preciosa!. ¿Que hará aquí sola? . Con este frío seguro que morirá congelada. Ven con nosotros preciosa, ya nunca volverás a pasar frío".
La casualidad hizo que pasasen por allí  unos extranjeros que se habían retrasado y paseaban por las calles desiertas. Se pararon, la acariciaron y ya no pudieron dejarla allí. Miraron por todas partes por si alguien pudiera haberla perdido pero nadie parecía reclamarla. La envolvieron en una cálida bufanda y  la llevaron con ellos a su hotel.

Sonaron las diez campanadas del reloj del ayuntamiento...tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan, tan.... y de pronto, en la ciudad silenciosa, comenzó a nevar.
Lara, que así la llamaron, dormía enroscada sobre la cálida moqueta, en la abrigada habitación.
La mañana siguiente, un manto blanco cubría toda la ciudad.


Ni un solo animal quedaba sin protección y la ciudad por fin  estaba feliz  y obsequió a sus habitantes con el tan deseado regalo de la nieve".