jueves, 22 de noviembre de 2007

La ciudad en la niebla








































Conforme nos íbamos acercando, la densidad de la niebla iba en aumento. Nos era imposible imaginar lo que pudiera haber al otro lado, así que íbamos los los siete muy juntos, para no perdernos en aquella masa algodonosa. Hacía frío y aquella niebla húmeda nos calaba hasta los huesos. Al cabo de un tiempo, la niebla dió paso a enormes nubarrones grises, pero la visibilidad, mejoró algo.
De pronto, nos hallamos ante la puerta de una fortaleza de piedra recia. Entramos sin ningún obstáculo.
Tras atravesar el foso y una enorme fuente, apareció ante nosotros un precioso jardín con setos recortados y fuentes con figuras mitológicas.
Desde un muro, cercano al palacio, nos observaba una gata de largo pelaje perlado y ojos azules. Sentada en un banco, y en actitud tan estática que parecía una estatua había una preciosa gata gris rayada y junto a ella un majestuoso gato pelirrojo.
La gata de ojos azules fue la primera en dirigirse a nosotros.
"¿Queridos viajeros, que os trae a nuestra ciudad?.
"Quizás la curiosidad felina, que nos impulsó a ver más allá de la niebla", dijo Dandy, "pero díme, quienes sois y que lugar es este?"
"Yo soy Azzurra, la guardiana de la niebla y estos son Juditha y Sansone. A los demás compañeros, ya los ireís conociendo. Este lugar es el hogar de los gatos guardianes de la ciudad, la ciudad en la niebla".
"¿Cual es la causa de esta densa niebla?", preguntó Gina.
"Es una triste historia, que ocurrió hace ya siglos. Cuando hayaís descansado y tomado un poco de leche caliente, os enseñaremos la ciudad y os contaremos su historia", dijo Azzurra.
"Bien, vamos allá", dijo Gatsby, relamiéndose sus largos bigotes, todavía manchados de leche.
La amable Juditha se colocó junto a Gatsby y Sansone se puso al frente del grupo. También nos siguió una gatita rayada y blanca.




Recorrimos calles desiertas. Llegamos a un rio, cruzado por varios puentes, atravesando uno de ellos que parcía tan viejo, que parecía increíble que pudiese sostenerse. Ambos lados del punte estaban plagados de comercios en cuyos escaparates refulgían las piedras preciosas, el oro y las joyas mas valiosas que nadie pudiera imaginar, pero no había nadie en ellos. Solo nosotros, los gatos, y la niebla.
"¿Porqué está todo tan solitario?", preguntó Gatsby, "¿Donde están los habitantes de esta ciudad?".
Fué Azzurra quien habló, "Esta ciudad fué en otro tiempo cuna de la cultura, la riqueza y el arte. Sus palacios y museos eran la admiración de propios y extraños. Sus plazas y calles bullían de actividad y eran invadidas por innumerables visitantes, que admiraban sus estatuas, sus fuentes y su magnífica catedral de mármol de colores. Sus habitantes vestían ropas elegantes de tejidos carísimos. Sus comercios dejaban boquiabiertos a los extranjeros. Todo el que tuviera dinero, podía comprar cuanto desease, joyas, dulces, muebles antiguos, preciosos tejidos brocados o prendas de lana tan finas que parecían tela de araña. El problema era que los habitantes de la ciudad, en su afán de lujo, utilizaban con excesiva frecuencia pieles de animales para sus vestidos, botines y abrigos. Sus vidas parecían no tener ninguna importancia y cada vez quedaban menos".
Seguimos andando y atravesamos una galería, flanqueada a ambos lados por figuras y llegamos a una plaza muy amplia con un palacio flanqueado de escudos multicolores y una torre coronada.La plaza estaba adornada por una gran fuente con caballos y preciosas estatuas, pero no había nadie en las calles. Solo gatos. Solo niebla










martes, 20 de noviembre de 2007

Topadas y reencuentros































Era una gélida mañana gris. El sol ni siquiera atisbaba entre la densa capa de nubes. El suelo estaba todavía cubierto de escarcha de la noche. Por el camino iban caminando dos gatos, muy de puntillas, para no enfriarse las patitas. Parecían conocerse desde hace tiempo. El mayor de los dos era un gran gato pardo de cabeza redonda y bigotes rizados. El otro era un gatito jóven de color gris rayado. El mayor iba canturreando una cancioncilla con su aguda y sonora voz y el pequeño le hacía coro y saltaba alegremente de un lado a otro. El frío no parecía quitarles el buen humor.


De pronto, obsevaron a lo lejos que las nubes se habían condensado tanto que no s podía ver nada.

"Quizás fuese mejor cobijasrse en una cueva, parece que tendremos tormenta ", dijo el gato grande, "vamos a buscar, mira, allí parece que hay una bastante acogedora y protegida por matorrales". Con una topada de su gran cabeza, apartó el matorral y su cara de sorpresa no fué menor que la de aquellos que habitaban en la cueva.


"¿Pero quienes sois vosotros y como osaís invadir nuestro territorio?", les dijo un gran gato rojizo de larga melena. "¿Esque no conoceís las normas de respeto felino?".


"Sentimos molestaros, pero ncesitamos protegernos de la tormenta. Hemos llegado hace poco y venimos en son de paz. Yo soy ÓSCAR aus dem Botanischen Garten y este es ELVIS, de la estirpe de los gatos azules. Quienes sois vosotros?".


"Yo soy GATSBY y estos son DANDY, GINA, TUSHA, PUSHKIN y la que duerme en el rincón es TATIANA. Ella también procede de la estirpe de los gatos azules".

"¿Tatiana?", dijo el pequeño Elvis, "ese era el nombre de mi madre. Ella es el motivo de mi viaje hasta aquí". Se acercó sigilosamente y se quedó observando a Tatiana. De pronto, sin poder contenrse, rozó suavemente su cara. Siguió una topada hasta que ella despertó. En principio pareció no reconocerlo, pero después de olfatearse largamente, irrumpieron los dos en topadas y caricias. También Óscar se alegró de volver a ver a Tatiana.


Tras los saludos y presentaciones reglamentarias, fueron inevitables las preguntas, pues es sabido que los gatos son seres muy curiosos.

"¿Cuales son vuestros planes?", preguntó TUSHA, con su mirada inquisitiva y curiosa.


"Yo voy en busca de la Ciudad Santuario de las montañas de Ewigerschnee. Quiero visitar allí a un amigo que me ayudará a ver el futuro".


"Yo, ya he encontrado a mi madre, pero juntos viajaremos hacia Bastis, la ciudad de las sacerdotisas de Bast que cuidan a pequeños gatitos. Quizás allí podamos encontrar a mi hermana Estela y volver a ser una familia feliz".


"Bien, viajaremos juntos, ya que según la brújula que brilla en la oscuridad, vamos todos en la misma dirección. Descansad, porque no tardaremos en ponernos en marcha", dijo Dandy.


"¿Pero no temeís a la gran tormenta que se avecina?", preguntó Óscar, "¿esque no habeís visto esa niebla tan densa?".

"Eso que veis, no es una tormenta. Es la ciudad en la niebla. Es una curiosa historia que nos contarán con más detalle los amables gatos guardianes de la ciudad. Si teneís curiosidad, venid con nosotros y los conocereís".