domingo, 21 de diciembre de 2008

FELIZ NAVIDAD



Una vez repuestos de nuestro viaje y del frio de la intemperie, Roakin nos invitó a permanecer en su castillo, tanto tiempo como deseásemos. Era hospitalario y amable, pero estaba rodeado de una tristeza insalvable. Por un lado, nos invitaba a quedarnos con el pero, por otro, no parecía alegrarse en absoluto de nuestra compañía.
Diariamente, recorría sus territorios, arriba y abajo, como si buscase algo que había perdido.
Fuera hacía frio, pero esto no parecía importarle demasiado. Nunca le vimos comer no el más pequeño bocado.
Por las noches, nos reuníamos tras la cena, alrededor del calor de la chimenea y, después de mucho insistir, conseguimos que nos contase algunas de sus historias.
Curiosamente, todas sus historias eran tristes, porque así era su ánimo. En general, eran historias de pérdida y desamor.
Una noche nos contó la historia de una niña humana, tan pobre, que sobrevivía a base de vender fósforos. Su abuela querida y única familñia, había muerto, dejándola en la más profunda soledad y miseria. Fue aquella Navidad en la que el frio fué especialmente intenso. La pobre niña, vestida con ligeros harapos, recorría las calles y cada vez se iba debilitando más. Llevaba dias sin comer nada caliente.Se sentó en una esquina y éncendió un fósforo para que sus ateridas manos obtuviesen algo de su calor, pero este se desvaneció con la vacilante luz. Encendió otro y luego otro. El frio iba en aumento y la pequeña cerillera, iba consumiendo un fósforo tras otro. De pronto, al encender el penúltimo fósforo, vió que algo brillaba con un fulgor dorado y centelleante. Sus ojos no podían dar crédito a lo que veían. Era un precioso árbol de Navidad, repleto de todos aquellos juguetes que ella nunca había tenido y de todas las golosinas que siempre había soñado probar, cuando se asomaba a los escaparates de las pastelerías. Alargó su mano y cuando iba a tocarlos, el fósforo empezó a parpadear. Rápidamente, intentó encender el último fósforo, pero sus manos estaban tan ateridas que apenas tuvo fuerza para encenderlo. Fué entonces, cuando oyó la voz de su abuela y una cálida mano la guió para que ya nunca más volviese a tener frio.

Otra noche, nos contó la historia de una joven sirena, hija del Rey Neptuno, que decidió dejarlo todo, perdiendo incluso su voz y su cola y su familia, por el amor de un principe humano.
También nos contó de un soldadito de plomo y su bailarina y otras muchas.
Todas sus historias eran igualmente tristes.
Una noche, justo la noche antes de Navidad, cuando Roakin ya se había retirado a dormir, todos nos reunimos, junto con nuestros seres Luz, para ver, cómo podíamos ayudarle, animarle y agradecerle su hospitalidad. Todos aportamos ideas. Finalmente, decidimos, que le enseñaríamos a celebrar la Navidad, a la manera que lo hacen los humanos. Lo habíamos visto muchas veces y a ellos les daba resultado. Durante la época Navideña, los humanos parecían más felices e incluso, parecían ser mejores los unos con los otros, se hacían regalos, cantaban, y muchas cosas más.
A la mañana siguiente, elegimos un abeto muy alto, cerca del castillo, y lo decoramos como pudimos, con piñas, hojas de colores del otoño, frutas, bayas y otras cosas que encontramos en los alrededores. Todos estábamos muy ansiosos de alegrar a nuestro triste amigo Roakin.
Tras nuestra habitual cena, le rogamos que nos siguiese, Había una gran expectación. La luz de la luna llena, refulgía sobre la nieve.
"Queridos amigos, si no quereís coger frio, deberíamos entrar", dijo Roakin. "Espera, ten paciencia", le contestó AIRAM, la pequeña Ser Luz. "Sabes, me recuerdas mucho a lguien muy querido por mi, ojalá pudiera ayudarle, pero no se deja ayudar."
De pronto, Airam seguida de los demás Seres Luz, volaron hacia el gran abeto elegido y con un toque de sus dedos regordetes, el árbol se llenó de pronto de guirnaldas de brillantes estrellas que lo rodearon de arriba a bajo.
Bajo el árbol, estaba TUSHA, que había logrado formar un gordo muñeco de nieve, con su sombrero y su bufanda. Estaba muy orgulloso de su obra maestra. A una señal de GATSBY, Todos los gatos empezaron a cantar, maullando como suelen hacerlo los gatos. La fiesta duró toda la noche. Todo el mundo estaba alegre. Bueno, todo el mundo, menos Roakin, que contemplaba la alegría ajena y el bullicio, como si aquello no fuese con el. Su triste corazón se había convertido en un diamante negro, que no dejaba panetrar la luz ni la alegría. Solo el podía cambiarlo, bastaba con desearlo.
NO DEJEÍS QUE ESTO OS OCURRA, NO CULPEÍS A LA NAVIDAD DE VUESTRAS TRISTEZAS NI VUESTRAS PÉRDIDAS. Vivid su alegría y no entristezcaís a los que os rodean. Desde aquí, deseamos a todos