domingo, 15 de abril de 2007

La invasión de los enanitos




















Nunca supe que había sido de mi amigo Pushkin, hasta que llegué aquí, claro. Lo echaba mucho de menos. Supongo que mis humanos también, porque poco después, un día al volver de su ritual visita al Jardín Botánico, volvieron con un pequeño gato gris, que en algo le recordaba. Oí comentar que era hermano de Pushkin, de una camada posterior de Mamá Pushkin, y que le habían cogido con una sardina. Era un gatito patilargo y orejudo, pero muy bién acompañado, pues llevaba encima por lo menos 60 pulgas. ¡Que horror!. Una vez saneado, intenté acercarme a el, para ver si era amigable y me bufó con una energía impropia de semejante microbio. Corría y saltaba como loco y se subía a todas partes. En el fondo, me parecía divertido. Mis humanos le llamaron TUSHA (algo así como "nube gris" en algún idioma que desconozco). Cuando más me divertía era cuando intentaba provocar a Gina y quitarle el sitio en el sofá. Ella, tan estirada, no renunciaba fácilmente a su puesto de privilegio y nunca se llevaron demasiado bien. Con el paso de los años, Tusha siguío siendo un gato muy ágil y estilizado. Parecía que siempre iba vestido de frac. Era capaz de dar unos saltos increíbles.

Cuando aún no me había acostumbrado al nuevo habitante, apareció otra gatita tan minúscula y patilarga como Tusha. Eran los dos de la misma edad, así que siempre fueron "los inseparables". Ella era tricolor y con un aspecto frágil y desvalido. Mis humanos la llamaron SCHATZY ( quiere decir "tesorito" en alemán) y con el tiempo cambió y se convirtió en una verdadera belleza de ojos pintados y cara de madonna italiana. Era y, supongo que seguirá siendo, la gata más mimosa y parlanchina que haya conocido nunca. Yo tenía por entonces un año y medio y disfrutaba mucho jugando con ellos.

De vez en cuando, venía de visita una gatita casi completamente blanca, muy traviesa, que era hermana de Schatzy. Vivía con los padres de mi humana y se llamaba EVA. Con el paso del tiempo vino definitñivamente a vivir con nosotros, pero enfermó y no se quedó mucho tiempo.

Pasaron varios años felices y, cuando todo parecía tranquilo, un día trajo nuestra humana un gatito naranja y blanco, tan pequeño, que hasta tenía los ojos cerrados. Tuvieron que alimentarle con biberón. Gruñía cuando no le daban la comida tan rápido como el deseaba. Era muy nervioso y no daba la imágen de "gatito adorable" que muchos esperan cuando piensan en adoptar a uno de nosotros, así que finalmente se quedó. Como era muy activo y luchador, le pusieron nombre de guerrero y le llama OBI-ONE. Nunca llegó a sentar la cabeza y su afán de juego constante resultaba a veces irritante para los demás gatos que ya éramos más tranquilos. Tal vez con el tiempo consiga tranquilizarse y pueda entonces disfrutar de los privilegios que los demás teníamos, como dormir en la gran cama, descansar junto al calor en el salón con la caja que habla y otras muchas cosas.






















































4 comentarios:

ester dijo...

PIRIPI¡Vaya con los enanitos! Claro, al lado de un hombretón...

@ndanix dijo...

Si, lo siento, yo siempre fuí grandote en comparación con los demás. Creo que la foto que sacó Ama conmigo y Tusha de pequeñito es muy curiosa. Ella decía que parecía el cuadro de la creación del hombre Capilla Sixtina. No puedo juzgar, porque nunca me llevaron a Roma. Creo que esa ciudad me hubiera gustado. Parece ser que es la ciudad de los gatos. Le oí decir que allí los gatos son considerados como ciudadanos romanos y no como una plaga. Tendré que investigar.... Igual algún dia os sorprendo!!

Unknown dijo...

Caramba Gasby no me extraña que te parecieran enanitos tu a su lado pareces un león, pero seguro que te lo pasabas bien con ellos.

@ndanix dijo...

Pues si, en el fondo me parecían muy simpáticos y tiernos. Cuando llegaron, yo tampoco era mucho mayor que ellos, así que hacíamos muchas locuras juntos. Lástima que Obi ya me pillara en fase "Pasota", sinó se hubiera enterado ese bandido de quien es el tete!!!!