Mi nombre , si alguien pudiera pronunciarlo, no tiene importancia. Está guardado en la memoria colectiva de los árboles, ésa que conecta todas nuestras raíces bajo el suelo fértil de nuestra madre tierra.
Soy de una especie que llaman CINAMOMO, MELIA o ÁRBOL del PARAÍSO.
Fui plantado hace ya muchos soles junto con otros muchos de mis hermanos en una ciudad de clima benévolo al este del gran azul.
Crecí y crecí hasta ser un árbol enorme , tan alto como cinco alturas de las viviendas de los humanos.
Las estaciones se sucedían. En otoño perdía mis hojas y me llenaba de unas bolas marrones que incomodaban mucho al pisarlas. El invierno no era realmente frío pero me dedicaba a descansar y regenerarme.
Las tórtolas y sus pequeñas crias anidaban en mis ramas y me encantaba escuchar sus tiernos arrullos. A veces venían palomas grandes y las echaban y eso no me gustaba. En primavera comenzaba a brotar y me cubría de ramilletes de pequeñas flores de color malva que tenían un olor penetrante y dulce. Cuando llegaba el momento , las dejaba caer y cubría la calle con ellas. Cómo recuerdo a aquella pequeña niña pelirroja que todos los años las recogía para regalarlas a su madre. El verano con el calor me cubría totalmente de hojas verdes y estaba en todo mi esplendor. Era el más alto y frondoso y cumplía a la perfección con mi misión de proporcionar sombra y frescor. .
Podía ver por las ventanas de las casas. Conocí a muchos humanos y vi muchas vidas diferentes. Los veía crecer y envejecer. Todas sus historias pasaban ante mi, sus momentos felices y otros tristes. Yo observaba sin juzgar y, muchas veces, sin entender sus reacciones o el porqué a veces desaparecían y no les volvía a ver.
Había pequeños seres que cantaban y saltaban de rama en rama. Pájaros, creo que los llaman.
También descubrí unos curiosos seres peludos de largos bigotes que acechaban a los pájaros desde detrás de las ventanas pero sin poder acceder a ellos. Recuerdo a uno muy grande de tres colores, a otro atigrado de ojos azules, varios pelirrojos de pelo largo y bigotes rizados, varios grises de penetrantes ojos verdes, una pequeña muy nerviosa de muchos colores y también uno grande y blanco con un ojo de cada color.
Durante dos soles vinieron unos humanos y me inyectaron un producto para intentar curarme pero no surtió el efecto deseado. Una de mis ramas estaba gravemente enferma y peligraba que cayera e hiciese algún destrozo o hiriese a alguien.
Dos soles después volvieron con unos artefactos muy altos y cuerdas amarillas. Fueron cortando mis ramas una a una .
Hoy me han talado. Esta primavera no podré dar mis flores malva. Los pájaros y las tórtolas no podrán anidar en mi, a saber por cuánto tiempo.
Ha quedado poco de mi pero mis raíces están fuertes y con ellas recibiré la intensa vibración del corazón verde de mis hermanos y de nuestra madre tierra. Espero que , con su ayuda, podré recuperar mi fuerza vital para lograr regenerarme y, aunque tarde años, volver a ser el que fui, poder disfrutar de las estaciones y dar sombra , como siempre hice.
Quiero volver, hay vida en mi...
Saludos, un arbol.