viernes, 29 de agosto de 2025

Memorias de una PALOMA

 Me llamo ALBA y soy una paloma. Alguna vez también fui joven y mi plumaje era de un blanco impoluto. Mis ojos eran vivos y miraban el mundo con curiosidad .    




El tiempo pasó y siento que probablemente no me queda mucho. Por eso quiero contaros mi historia. 

Las palomas tenemos una gran capacidad de orientación y muchas de mis antepasadas fueron grandes mensajeras en tiempos en que los humanos carecían de aparatos para comunicarse. También podemos ser deportistas.

En contra de lo que muchos humanos creen, los animales tenemos memoria, sentimientos y una inteligencia adaptada a nuestras necesidades vitales. Es mucho más que instinto. 

Recuerdo perfectamente a mis padres y mis hermanos.


Nacimos en un árbol en un patio precioso, lleno de flores y con una fuente de sonido cristalino.  



También el día de nuestro primer vuelo. Creía que no lograría remontar el vuelo pero fue emocionante comprobar que mis alas eran más fuertes de lo que pensaba. 

A ese siguieron otros muchos, planeando sobre montañas, valles y recorriendo grandes distancias. 




Era un mundo lleno de incentivos pero también de peligros. Hay aves rapaces o incluso gaviotas que suelen darnos caza. 

Y luego están los humanos que no tienen las ideas nada claras respecto a nosotras. Por un lado nos consideran  el símbolo de la paz y por otro, nos consideran una plaga porque dicen que ensuciamos sus edificios. Bien mirado, tampoco tienen las ideas claras respecto a la paz. 


Sigo con mi historia. Un día conocí a BRUNO. Era un palomo muy parecido a mi pero con unos preciosos ojos rojos. Las palomas formamos parejas para toda la vida y decidimos volar juntos y, en su momento,  formar una familia. 

En uno de nuestros viajes conocimos a una cotorra verde muy parlanchina.

 Ella nos contó que siguiendo la costa del GRAN AZUL hacia el norte, existía un lugar llamado JARDIN de ARMONIA , en el que los humanos eran muy amables y cuidaban a los animales . 


Seguro que sería un lugar perfecto para nosotros. Nos pusimos en marcha y volamos durante varias lunas.

Por desgracia, nuestra felicidad no duró mucho. BRUNO quedó preso en una red. Intenté ayudarle pero fue en vano. Desconozco que fue de él y eso me sumió en una gran tristeza. 

Volé y volé sin descanso pero me faltaba la energía. Mi mundo ya no era el mismo. 

Cuando por fin llegue al Jardín de ARMONIA, me sentia agotada y, tan al limite de mis fuerzas, que me eché a la sombra de un árbol bajo de anchas hojas. 


Pasaron horas y nadie reparó en mi. Solo una humana se acercó y me dió de beber agua muy fresca de una botella plateada. También dejó unas bolitas de comida . 


Bebí mucho pero habia pasado tanto calor que no sé si podré recuperar las fuerzas y llegar a disfrutar de este  jardín, el que hubiera sido nuestro paraíso. 

Otras aves están protegidas por los humanos y tienen incluso centros de recuperación de aves, pero no es el caso de nosotras las palomas. Somos demasiadas y eso nos hace demasiado comunes.

Somos el símbolo de la paz pero , ¿realmente les importa la paz?


PD.: El lorito parlanchín tenía razón.  Gracias a los cuidados de los humanos que siguieron dándome agua y comida, conseguí recuperarme y volver a volar. Hay una gran población de palomas en el jardín. También hay unos pocos seres peludos con largos bigotes que andan a cuatro patas pero me han comentado que son amigables y conviven con nosotras las palomas. Creo que he encontrado mi lugar. 





1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bonito.